—
Mucho
gusto, Soy Ariel.
—
¿Cómo la
sirenita?
—
Así es,
como ella. Solo que no soy pelirroja, ni tengo cola de pez.
—
¡Si la
tuvieras sería terrorífico! Soy Julieta.
—
¿De
Shakespeare?
—
La misma,
mi madre amante de Romeo y Julieta quiso ponerme como su personaje favorito.
Las risas se escucharon en el aire mezcladas con el
sonido de los pasos, las voces y la orquesta de fondo. Julieta sostenía con
fuerza la mano de Ariel, su pecho palpitaba acelerado y sus labios enmarcaban
una grandiosa sonrisa. Ariel observaba a la chica de cabellera castaña con
curiosidad de niña, aquellas dos coletas en las que recogía su ondulado cabello
le parecieron algo inusual, aún sin saber su edad, calculaba que la lejanía
generacional entre ellas no era demasiada.
Estuvieron en esa posición mirándose sin emitir
palabra hasta que Ariel sintió una palmada en el hombro, reaccionó de inmediato
y soltó la mano de Julieta.
—
Que
emoción, la presentación estuvo fenomenal
—
Ni que lo
digas, al público pareció haberle encantado nuestras actuaciones.
—
Además de
que ni cuenta se dieron de que una mujer hacía papel de hombre, todo por tu voz
que no suena a la de una niñita
Las carcajadas volvieron a inundar el ambiente,
Julieta se había quedado observando a la persona que hablaba alegremente con
Ariel, era un chico alto, delgado de rasgos finos pero ademanes muy femeninos,
le pareció algo diferente al único trabajador joven que tenía en casa, parecía
más una mujer que un hombre. El chico acompañante de Ariel notó la presencia de
Julieta, caminó hasta colocarse entre las dos chicas.
—
Hola linda
¿Eres amiga de Ariel? Si es así…nunca te había visto…o ¡Ah, ya sé! Eres su
nueva conquista.
—
¡Tony
cállate! ¡La acabo de conocer!
—
Entonces
futura conquista, es tu tipo a decir verdad.
—
¡Con un
demonio contigo, ve a hablar con la maestra y deja de perder el tiempo acá!
Con una mueca de insatisfacción Tony se alejó de
ambas lanzando un beso volador a modo de despedida, Ariel suspiró pesadamente,
Julieta miró al chico irse, no había comprendido las palabras, Ariel era una
chica, ¿entonces porque habría de conquistar a otra chica?.
—
No le hagas
caso, le gusta fastidiar
—
No
comprendo…eres una chica ¿no?
—
Sí.
—
Y yo soy
una chica…
—
Creo que
eso es obvio
—
Entonces, ¿Por qué dijo que seré tu futura conquista?,
eso se usa para chicos con chicas. Y tú no eres un chico.
—
¿Es
enserio? ¿Vienes de las praderas o qué onda?
—
No, vivo en
Montecristo
Ariel se quedó en silencio, no podía creer que
conocería a una chica que nunca hubiese escuchado hablar de
homosexualidad, con su curiosidad en
aumento decidió que debía relacionarse de una manera u otra con aquella chica.
—
Saca tu
celular te paso mi número
Julieta sacó de inmediato su celular y se lo tendió
a la morena. Ariel apuntó su número y luego le devolvió el celular.
—
Ahí tienes,
ahora puedes contactarme cuando desees, tendré una fiesta con el reparto,
¿vienes?
Julieta estaba a punto de responder cuando la voz
de su madre y padre a sus espaldas la hizo reaccionar, guardó presurosa el
celular, se acercó a Ariel y le dio un beso en la mejilla.
—
No puedo.
Me tengo que ir. Me encanto tu actuación. Buenas noches.
Dicho esto Julieta se alejó caminando rápido de
Ariel, encontró a sus padres y se fue del teatro junto con ellos tomada de la
mano entre ambos como niña pequeña. Ariel la observó hasta que desapareció por
la puerta, miró su celular y se recriminó mentalmente por no haberle pedido su
número, pero al menos Julieta tenía el suyo y sentía que aquella chica la
llamaría dentro de poco, era evidente que la curiosidad que le había despertado
no la dejaría en paz, sonriente se dirigió con su grupo de teatro y se fue a la
fiesta.
Julieta había recibido los regaños de sus padres
por haberse alejado por mucho tiempo de ellos al terminar la obra, pero ella
había salido disparada a saludar a los actores y sobre todo a la actriz que
había hecho del Príncipe Enrique, personaje preferido del cuento de hadas de la
“Cenicienta” que cientos de veces había leído en su biblioteca, y el cual
soñaba alguna vez encontrar y vivir feliz por siempre como Cenicienta.
Después de ese día en el que había conocido a Ariel
personificando a su adorado Príncipe, Julieta se pasaba las noches mirando su
celular indecisa si hablarle o no, o cada que tenía un rato libre entre las
clases privadas y las compras en donde su madre la llevaba aunque ella no
quisiera por temor a dejarla sola en casa.
Desde pequeña no recuerda algún momento donde sus
padres hayan hecho algo en común, siempre era solo con su madre o solo con su
padre, en su infancia la nodriza encargada de ella la crio hasta los 10 años y
después de ese tiempo se volvió una
sirvienta más, mientras tanto el padre se pasaba de viaje y regresaba una vez
al mes con algún regalo de la ciudad que visitaba. El recuerdo de las
discusiones a la hora de la cena le habían hecho tomar libros de la biblioteca
y leerlos antes de dormir, sus favoritos eran los cuentos de hadas y las
novelas rosas; durante ese tiempo tampoco podía salir de casa sin que alguno de
sus padres la regañara y volvieran a discutir entre ellos, incluso cuando llegó
una nueva sirvienta que tenía un hija de edad similar a la de ella, la despidieron
al notar que ella y la hija de la criada estaban estableciendo un vínculo de
amistad, los padres de Julieta creían que ella solamente debía codearse con las
personas de alta sociedad y no debía ni
dirigirles la palabra a aquellos que consideraban prole.
A pesar de haber crecido en un ambiente donde no le
permitían hacer nada que dañase su imagen, físico y estatus familiar ella
encontró en la lectura de cuentos y novelas una burbuja donde todo aquello no
le afectaba. Al cumplir los 16 se había quedado dormida y llegó tarde a su
clase privada que tomaba en la biblioteca de su mansión, ese día su madre había
tenido una reunión de té con sus amigas por lo que se encontraba ocupada en el
patio trasero, su padre seguía de viaje en algún lugar de Egipto y las sirvientas
estaban muy ocupadas haciendo sus quehaceres por lo que la casa se encontraba
en el habitual silencio de todos los días, eso creyó hasta que a unos pasos de
la biblioteca escuchó unos sonido que rompían con la armonía silenciosas.
Curiosa se apresuró a la habitación sigilosamente y entreabrió la puerta, la
escena que vio la dejó perpleja: La nodriza se encontraba sentada encima de su
tutora mientras ésta recorría con la lengua el cuello de la mujer, la otra
echaba la cabeza a un lado dejándose hacer, las manos de la tutora se deslizaban de arriba hacia abajo por la
espalda descubriendo la piel. La nodriza suspiraba y dejaba soltar algunos
gemidos. Julieta temerosa de ser descubierta salió corriendo de regreso a su
habitación sin cerrar la puerta de la biblioteca antes.
Al día siguiente se enteró de que habían despedido
a ambas mujeres y ahora tenía asignada una nueva tutora. Aquella imagen a
partir de ese día la comenzó a perseguir por las noches al ir a dormir, se
imaginaba a ella siendo la mujer en el regazo de otra mujer de aspecto no
familiar. A pesar de sentirse asustada por aquellos sueños que no comprendía,
decidió no decir nada y seguir como antes. Así creció hasta cumplir los 18,
había creído que aquellos sueños se habían esfumado hasta que conoció a Ariel.
El sueño nuevamente recorrió su mente a la hora de dormir a pesar de haber
leído “La bella y la bestia” antes de acostarse, ahora la chica que la sostenía
tenía el rostro de Ariel.
Pasaron varios días, Julieta seguía soñando con
Ariel y ahora miraba con mayor constancia el celular, seguía indecisa si
hablarle o no, ese día se encontraba con su madre en el patio trasero tomando
café. Su madre había citado a sus compañeras del Yucatán Country Club y le
había dicho a su hija que la acompañase y ella había aceptado.
—Julieta querida ¿Qué harás en tu cumpleaños?
¿Algún viaje quizás?
—Oh no lo creo, no tiene tiempo para eso, tal vez
una pequeña reunión hogareña y será suficiente ¿No es así hija?
—Estaba pensando en hacer una pequeña fiesta o salir
al cine o algo de ese estilo…pero con una amiga.
— ¿Una amiga? ¿Quién es esa amiga?
—
Es…la
actriz principal de la obra que vimos la otra vez ¿recuerdas? La de la
cenicienta.
—
¡Una
actriz!
—
Eso suena
bien, deberías dejarla salir de vez en cuando con sus amigas, tiene 18 y es
preocupante que no tenga novio, mi Claudia ya tiene prometido.
—
No hemos
tenido tiempo de ver esas cuestiones, Julieta puedes entrar si quieres, ya
platicaremos lo de salir o no, a lo mejor invitas a tu amiga para una pijamada.
Julieta se levantó de la silla, se despidió de las
compañeras de su madre y se retiró a la
biblioteca algo molesta, había querido salir para su cumpleaños, pero tal
parecía que seguiría encerrada en la enorme casa que la rodeaba; pensó que
había hecho mal en mentir con respecto a Ariel pero sabía que si decía que solo
era una más del grupo no la hubiesen dejado tan siquiera dirigirle la palabra.
En la biblioteca se encerró en el mundo de las novelas por unas horas, cuando
regresó a la realidad ya había caído la noche, entonces bajó a cenar y luego de
decirle a sus padres que si quería la pijamada pero que a la vez la dejaran
usar la sala de cine de la mansión pudo ir a cama tranquila, ahora solamente le
quedaba una cuestión, invitar a Ariel y que ella aceptara, pensó que tal vez le
parecería infantil lo de la pijamada pero no encontraba excusas para que no
sonará de niñas pequeñas.
Al día siguiente apenas abrió los ojos, tomó el
celular y marcó el número de Ariel.
—
¿Quién es?
—
Buenos…buenos
días Ariel, soy Julieta…
—
Ah…No sé
quién eres, a ver permíteme te paso a Ariel. Ariel cariño te habla una tal
Julieta.
Julieta alejó el teléfono de su oído para evitar
que la mujer que le había respondido la dejara sorda, se extrañó por la palabra
“cariño” usada por esa mujer hacía Ariel, tal como había ocurrido cuando la
conoció Ariel tenía costumbres muy diferentes a ella.
—
¿Julieta?
¿y ese milagro? Creí que nunca me llamarías, había perdido esperanzas.
—
Ariel
buenos días, no he tenido tiempo…perdona.
—
No te
disculpes mujer, dime, ¿a qué se debe el honor?
Julieta se quedó en silencio unos momentos, la voz
de Ariel la había hecho incorporarse en la cama y pegar la espalda al respaldo,
su corazón saltaba desbocado en su pecho, sus manos comenzaron a sudar y ahora
tenía vergüenza de preguntarle lo de su cumpleaños.
—
¿Julieta
sigues ahí?
—
Sí…Ariel,
este fin de semana… ¿tienes algo que hacer?
—
Mmm…deja
pienso…no hay nada en la agenda, ¿por?
—
Me
preguntaba si quisieras venir a mi casa a celebrar mi cumpleaños, veríamos una
película en la sala de cine que tengo y…
—
¿Y?
—
Si quieres
puedes quedarte a dormir, mi madre ha sugerido que haga una pijamada, ya le
pedí permiso.
—
¿Cuántos
cumples?
—
19
—
¿Y aún
haces lo que tu madre te dice?, yo a tu edad ya había salido de casa, rentaba
un departamento con una compañera y estudiaba la carrera, trabajaba igual por
las mañanas.
Julieta volvió a quedarse en silencio, no sabía que
responder, sabía que era cierto que hacía todo lo que su madre le decía pero
también creía que todo lo que su madre decía era para su bien, y hasta ese
momento no le había decepcionado.
—
No fue
enserio tranquila, ya quedamos el sábado a las…
—
6 de la
tarde, será cena.
—
Estupendo,
nos vemos pues el sábado, ten un bonito día, te dejo, debo terminar unos
proyectos.
—
A las 6…oh,
trabaja duro, nos vemos el sábado, ten un bonito día también.
—
¡Espera!
Mándame la dirección en un mensaje, si no, no podré ir.
—
¡Claro! Te
la mando, nos vemos.
—
Nos vemos.
Y así Julieta terminó la conversación que se le
había hecho muy corta, mandó de inmediato el mensaje con su dirección, deseaba
escuchar más la voz de Ariel y una necesidad de verla se albergó en su pecho,
sin comprender el motivo de esas sensaciones comenzó su día con una enorme
sonrisa en los labios, sentía su humor por las nubes y que todo era perfecto y
maravilloso.
La semana pasó volando, Julieta el sábado se había
levantado temprano, aún no sabía que ropa ponerse y eso le preocupaba, luego de
encontrar un vestido lila con encajes y unos flats que combinaran, se dispuso a
seguir su día tranquilamente, a las 4:00 de la tarde comenzó con su arreglo
personal, se bañó minuciosamente, se colocó el perfume más caro que tenía en su
colección y se maquilló un poco, sentía que debía verse como una princesa, en
algún momento del día la imagen de Ariel le llegaba como la de un príncipe en
su caballo blanco.
A las 6 de la tarde Julieta ya se encontraba en el
recibidor caminando de un lado al otro intranquila, su madre se había ido de
compras y su padre estaba en su recámara mirando futbol en su pantalla LED de
80 pulgadas. Habían pasado unos minutos y Ariel no llegaba, Julieta había
comenzado a sentirse deprimida, pensar en que no la vería nuevamente la hacía
querer olvidarse de todo y encerrarse en su cuarto a leer, tan ensimismada se
encontraba pensando en los motivos por atraso de Ariel que no se dio cuenta
cuando el timbre sonó hasta que una mano se posó en su hombro.
—
¡Tierra a
Julieta!
La voz familiar la hizo salir de si misma, se
sorprendió al ver a Ariel enfrente de ella mirándola preocupada, una sonrisa
iluminó el rostro de Julieta y sin pensarlo se lanzó a abrazar a la morena.
Ariel no sabía cómo reaccionar, solamente se dejó abrazar.
—
¡Si has venido! ¡Me alegro tanto!
—
Vamos
¿habías pensado que te dejaría plantada? ¡Imposible!, lo que sucedió es que no
encontraba esta residencial.
—
Con razón
no llegaste a la hora.
Ya habiendo pasado su emoción al ver a Ariel,
Julieta se separó de ella y la encaminó hacía una de las habitaciones de la
mansión.
—
Vaya que
tienes casa grande, no es nada el departamento en el que vivo comparado con
esto
—
Bueno, a mi
madre le gustan los lujos, a mi padre le da igual. Y yo solamente uso la
biblioteca, el comedor y mi cuarto.
—
Que
desperdicio ¡habiendo tanto espacio! Ya podrías haber montado algún negocio
casero.
—
No necesito
trabajar, aún soy estudiante y mis padres siguen pagando todos mis gastos.
—
Oh si,
muñequita de mami y papi lo olvidaba.
Julieta estaba a punto de quejarse cuando Ariel se
detuvo y se la quedó mirando en silencio. Julieta sintió como su piel se
erizaba ante la mirada, sus mejillas se sonrojaron obligándola a mirar hacía un
costado. Ariel la observó de abajo hacia arriba con detalle, sonrió ampliamente
y le extendió la mano.
—
Que hermosa
está usted el día de hoy bella señorita
Y Haciendo una inclinación siguió mirándola
sonriente y con la mano extendida. Julieta vio en el gesto un aire de príncipe
que la dejó perpleja, como hipnotizada por los ojos azules de Ariel, tomó la
mano, un calor que la sofocaba desde las caderas hasta el cuello al tocar la
mano de la actriz la hizo soltarla de inmediato, Ariel se extrañó pero no
omitió comentario alguno. El padre de Julieta bajo en ese instante y al ver a
su hija se acercó a ella con los brazos extendidos.
—
Mi niña
adorada ¡Feliz cumpleaños!
Julieta no pudo articular palabra alguna, su padre
la rodeó con los brazos y ella hizo lo mismo, la mirada de Ariel la hacía
sentirse emocionada y a la vez temerosa. Su padre fijó la atención en Ariel y
le sonrió.
—
Mucho gusto
jovencita, estás en tu casa. Julieta mi amor iré a hacer algunas diligencias.
Tengan una linda noche, diviértete con tu amiga hija.
El padre de Julieta salió de casa dejando a las
chicas con los trabajadores de la mansión. Julieta aún nerviosa siguió con el
plan que ya había establecido, primero verían la película, cenarían e irían a
dormir. El plan se cumplió a la perfección salvo que Julieta cada vez quería
conocer la vida, familia y todo sobre Ariel.
En la noche, después de la cena, ambas se
encontraban jugando póker, habían ido al cuarto de juegos, lugar que Julieta no
había pisado hasta ese momento.
—
Si pierdes
nos bañamos juntas, si no, cada quien por su lado.
—
¿Por qué el
baño es lo que está a discusión?
—
Porque me
gustaría aprovechar que estoy en una casa que tiene jacuzzi con hidromasaje.
Además de que sería padre bañarnos juntas, ¿es que nunca lo has hecho con otras
amigas?
—
No había
invitado a nadie a casa, es la primera vez, además tengo tutora privada no
salgo de casa más que en casos excepcionales como cuando te conocí, solo por
insistencia mía de día y noche es que fuimos a ver la obra.
Después de la quinta jugada Julieta admitió su
derrota; una hora después ya se encontraba en la habitación de baño con la
toalla cubriéndole el cuerpo, sentía una pena terrible.
—
Ay no seas,
somos mujeres ¿Qué más vamos a ver?
La voz de Ariel se escuchaba un poco a lo lejos, el
vapor ayudaba a que Julieta no pudiese ver a la morena. Julieta sentía que sus mejillas se habían
tornado carmesí nuevamente, su pecho la estaba martirizando con sus golpeteos y
sus manos se sentían frías de nerviosismo.
Ariel harta de que Julieta no entrara, salió del
agua y fue en busca de ella, sin dejarla escapar la tomó de la muñeca y la
arrastró con todo y toalla dentro del jacuzzi. Julieta no tuvo tiempo de
reaccionar cuando ya su cuerpo se había empapado, miró a Ariel algo molesta
pero la sonrisa que ésta le colocó la volvió a hacer sentir indefensa.
—
Has estado
muy rara todo este tiempo ¿no te agrado o qué?
—
No es eso…
—
¿No me
digas que es porque estamos juntas en el jacuzzi? Si tanto te molesta que esté
en la misma agua que tú por mi clase social entonces dilo y me salgo.
Al terminar la oración Ariel se levantó del agua
dejando ver su desnudo cuerpo, las gotas caían por su cuello deteniéndose y
deslizándose por sus senos, Julieta no pudo evitar observarla con el rostro en
llamas, el color de su piel, mulata se veía aún más intenso ahora que no había
nada que la cubriera; los ojos de Julieta pasearon por el cuerpo de Ariel
notando cada músculo formado por el ejercicio antes de cada puesta en escena y
se detuvieron en su formado trasero que ahora se encontraba apuntándola.
—
¡No espera!
Haciéndole caso omiso Ariel salió del agua, tomó
una toalla y se fue del baño. Julieta sintió ganas de llorar, había hecho que
Ariel se enfadara con ella por un malentendido, sin esperar un segundo salió
del agua, tomo una toalla y se dirigió hacia donde suponía que estaría Ariel,
en su habitación.
Por suerte el baño en el que se encontraban, era el
de su cuarto, por lo que a penas entro encontró a Ariel con la parte de abajo
de la pijama puesta y solamente el
brassier en la parte superior.
Ariel dejó de arreglarse el cabello al ver en el
reflejo del espejo a Julieta aún con la toalla cubriéndole. Sonrió y se levantó
de su asiento.
Julieta sintió un escalofrío recorrerle al ver la
sonrisa, iba a encerrarse nuevamente en el baño a cambiarse cuando Ariel la
tomó de la mano y depositó un beso en el dorso de ésta.
—
Sonrojada
te ves hermosa, pero recién bañada haces que pierda la cabeza.
Sin dejarla responder, Ariel besó a Julieta, en ese instante la puerta del
cuarto se abrió, la madre de Julieta había regresado de compras y deseaba
mostrarle lo que le había conseguido a su hija, soltó las bolsas de ropa y
lanzó un grito que alerto a los sirvientes cercanos.
Julieta se separó de Ariel al escuchar la voz de su
madre, la miró sin comprender el porqué de su rostro furioso, Ariel se alejó de
Julieta.
—Señora, no piense nada malo, estábamos
terminándonos de bañar…
—¡¿Cómo es posible!? ¡En mi propia casa y con una
mujer! ¡Es inaceptable! Julieta vístete de inmediato y tu como te llames
lárgate de mi casa.
Ariel suspiró pesadamente, se quitó la ropa de
dormir y se colocó la de salir.
—Está exagerando, es de lo más natural besar a la
persona que te gusta.
—Como te atreves…¡Arderas en el infierno!
Dicho eso Ariel abrazó rápidamente a Julieta y
salió de la habitación y de la casa.
Julieta no daba crédito a lo que había pasado,
tanto el beso como la reacción de su mamá sobrepasaban su cabeza, se sintió
mareada por lo que tuvo que sentarse en la cama, escuchaba la voz de su madre
diciéndole algo acerca de Ariel pero no oía nada más que lo que le había
susurrado Ariel “Te amo”. Su cuerpo
entero temblaba, lágrimas caían de sus ojos sin saber la razón, sus labios aún
sentían el aliento de Ariel.
Pasaron los días, Julieta había entrado en un
estado de depresión, su madre le había prohibido a partir de su cumpleaños
socializar con Ariel y salir de casa, no
podía ni acompañarla de compras. Julieta se sentía prisionera y no había podido
dejar de pensar en las palabras de Ariel y mucho menos en el beso que le había
dado; recordó a su nodriza y tutora juntas, parecían elevarse en el aire, como
si estuviesen en una nube disfrutando del amor entre ellas. Un día mientras
miraba hacía el patio trasero a su madre reír con sus compañeras, le llego un
mensaje.
“Julieta
no soporto estar sin ti, fuguémonos, estoy en la parte de atrás de tu casa, ven
y procura que no te vean”
Julieta sintió que todas sus emociones antes
esfumadas regresaban, se levantó de inmediato del sillón y sigilosamente llegó
a su cuarto, alistó una maleta con lo esencial y se dispuso a salir de casa
excusándose con la sirvienta de que necesitaba aire fresco. Para su suerte su
padre se había vuelto a ir de viaje y no regresaría en mucho tiempo. Su madre
aún se encontraba ocupada atendiendo a sus visitas. Emocionada y con el corazón
a flor de piel corrió hasta la puerta
trasera de la reja que protegía a la mansión, se escabulló del vigilante y
logró salir de casa.
Del otro lado a unos metros Ariel la esperaba con
uno de sus amigos y un carro convertible rojo.
—Princesa, vámonos a nuestro país de maravillas.
Julieta asintió al borde del éxtasis, corrió hacía
Ariel y la abrazó con todas sus fuerzas. Ariel le correspondió el abrazo. Unos
minutos después lo único que quedó de Julieta era una carta en su escritorio
para sus padres y el humo del automóvil alejándose.
FIN