En
la tranquilidad de mi baño, mientras mantengo los ojos cerrados y dejo deslizar
el agua por mi cuerpo lavando las impurezas, llegan imágenes a mi mente, tan
vividas como antes; olores, sensaciones, sabores, pero sobretodo emociones. Los
recuerdos me abruman, dejan una niebla espesa en mi mente, cierro el grifo y
tomo la toalla; con el cuerpo húmedo me deslizo dentro de la cama, la sábana cubriéndome
los glúteos, el computador al alcance de mis dedos; abro una página en blanco y
comienzo a escribir….
Era
en eso entonces una niña, una neófita sobre la vida, el amor, el sexo. Uno de mis tíos que se había criado en una
ciudad alejada por muchos kilómetros de mi casa, llegaba todos los días, era su
sobrina preferida; siempre me tomaba del rostro, acariciaba mis mejillas,
enredaba sus brazos en mi cintura y me colocaba encima de sus piernas. Era una
rutina que no podía faltar, al principio me parecía un tanto empalagosa, pero
luego me fui acostumbrando a la calidez de sus muslos, a sus brazos oscuros rodeándome
la cintura y su aliento cálido acariciando mi mejilla. Era siempre así hasta que sentí algo inusual en aquel
confortable asiento, su mano ahora se posaba sobre mi rodilla, no me
incomodaba, al contrario, mi rodilla se sentía caliente, viva; su mano paseo
por mi muslo, de arriba abajo, de abajo a arriba, primero por encima de mi
falda, luego poco a poco fue escabulléndose hasta tocar mi piel, aquello me
estaba comenzando a incomodar, pero era demasiado reconfortante estar así en
sus piernas; uno de sus dedos dibujo un circulo en mis pantaletas, sentí un
cosquilleo, el me miro sonriente y prosiguió con sus caricias, un segundo dedo
se unió al primero moviéndose en compás de un música silenciosa, estaba
disfrutando esa sensación, las cosquillas recorrieron mi cuerpo, subiendo por
mi entrepierna, pasando por mi estómago; no duro mucho después no volvió a
hacerlo y regreso a su tierra natal, en donde no volvería a sentirlo.
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