Una
mujer miraba por el gran cristal con los ojos grandes y brillosos de chiquilla
cuando encuentra un juguete nuevo y lo desea, el dependiente de la tienda al
verla desde su sitio, limpiando los cristales fijó su atención en el objeto que
la mujer miraba, unos zapatos dorados con franjas plateadas, un excéntrico par
de zapatos.
— ¡Los quiero! — Exclamó la mujer
jalando de la manga al hombre a su lado, un joven alto, apuesto, de barba de
días, ojos grandes y de un profundo azul, cabellera oscura enrulándose en su cráneo.
El dependiente que había estado observando a la mujer lo reconoció enseguida,
aquel espécimen era su tío, aquel tío que había sido como su padre en la etapa
que más había necesitado.
— No bromees Anabelle, ya sabes que solo debemos
gastar lo necesario, nada de extravagancias, no somos ricos — Respondió el
hombre dando la espalda al gran cristal, Anabelle infló los cachetes y bajó la
cabeza resignada.
— ¡Tío Gabriel!, no te preocupes, puedo hacerte un
gran descuento — Dijo el chico dependiente que había salido del local y ahora
se encontraba mirando a la pareja desde el marco de la puerta del local.
Anabelle levantó la vista y fijó su atención en el
chico que le había hablado a su hombre, era un joven muy apuesto, al parecer
pariente de su futuro marido.
— ¡Alexander!, ¿Qué haces por estos lugares?,
¿trabajas aquí? — Preguntó Gabriel acercándose al mencionado y rodeándole enseguida en un abrazo.
Anabelle levantó la cabeza y se acercó a ambos
hombres, uno más bajo que el otro, pero ambos sumamente masculinos, Alexander
se veía como un Gabriel adolescente, todo en él era similar a excepción del
lunar debajo de su ojo izquierdo.
— Así es, conseguí un departamento cerca de mi
universidad y trabajo medio tiempo para poder costearlo — Respondió Alexander abrazando
de vuelta a su tío, Anabelle examinó al joven adulto de arriba hacia abajo,
sonrío en sus adentros.
— ¡¿No me presentarás?! — exclamó Anabelle
demandante mientras miraba a los dos hombres con las manos en su cintura y el
ceño fruncido. Gabriel soltó a su sobrino y encaró a su exigente prometida.
— Calma cielo, estaba saludándolo, me emocionó verlo
— se excusó Gabriel tomándola del rostro para luego depositarle un beso en la
punta de su nariz, ella sonrió y se relajó. Alexander por su parte miró hacia
otra dirección, las demostraciones de afecto publicas le causaban cierto
recelo, después de todo el chico había sido cortado hace menos de una semana.
— Alexander, ella es mi novia y futura esposa
Anabelle — presentó Gabriel a la mujer que mantenía sostenida de la cintura de
manera posesiva. Alexander extendió la mano en dirección de Anabelle. Ella
estrechó su mano y colocó una cándida sonrisa en sus labios que lo hizo
estremecerse.
Después de las presentaciones y demás formalidades
los tres quedaron en verse dentro de dos horas que Alexander terminase su
turno, el tema de los zapatos no fue sacado durante esa breve platica.
— Entonces te veo al rato primo — Se despidió
Gabriel abrazando nuevamente al menor, éste le correspondió el abrazo y lo
apretó hacia sí. Anabelle los miró con una ceja levantada, su novio nunca se
había visto tan cariñoso con otros hombres antes, era reconocido en su trabajo
por ser taciturno y por ende antisocial.
— Diviértanse, nos vemos luego Anabelle — Dicho esto
Alexander regresó a la tienda, la pareja se tomó de las manos y se retiró a sus deberes.
Alexander se topó con su jefe al entrar a la tienda,
él lo miró despectivamente, odiaba a los chicos de su clase, pero no había
tenido más opción que aceptarlo, si no fuese por ese muchacho la tienda estaría
en bancarrota.
— Ángel, ¿sucede algo? — preguntó Alexander con tono
animado, el cual resultó más fastidioso para su jefe.
— No te pago por hablar, ve a hacer el inventario,
si no lo terminas a tu hora te quedarás hasta que lo termines — declaró Ángel
dándole la espalda; Alexander sonrió y aceptó la orden de buena gana, sabía que
acabaría pronto ya que siempre se adelantaba a las tareas que su jefe pudiese
darle, además estaba alegre de haber visto después de dos años a su querido
tío.
A la hora acordada Alexander acudió a la cafetería
de antaño, lugar al cual había recurrido mil veces luego de disputas
familiares, lugar también en el cual Gabriel le había recogido por primera vez,
aquel pequeño local era para el joven un centro de recuerdos.
— Alexander, me alegra que vinieras — Saludó Gabriel
apareciendo tras el joven, éste sonrió ampliamente, sus ojos se agrandaron.
— Que puntual, recuerdo como siempre me quejaba que
llegabas tarde a todos lados — respondió Alexander caminando hacia la mesa de
siempre, al fondo, cerca de los baños por cualquier cosa.
Gabriel siguió al joven, tomo asiento junto a él
como hace dos años, la relación que ambos tenían no se había hecho añicos
después de ese tiempo. Una mesera joven y coqueta les atendió, ambos pidieron
una grasosa y enorme hamburguesa, hábito que a ninguno de los dos se les había
quitado.
— sigues con la misma dieta, no comprendo cómo no
engordas — Comentó Alexander a su tío mientras le palpaba el estómago sin una
gota de grasa, más que la necesaria para revestir su marcado abdomen.
Gabriel soltó una sonora carcajada y rodeo con un
brazo el cuello de su sobrino.
— ¡ejercicio diario mi estimado! — exclamó orgulloso
al tanto que le revolvía la cobriza cabellera, las risas se instalaron en ambos
hombres, hacía tiempo que ninguno de los dos se sentía tan relajado como en
esos momentos.
— ¿Por qué no has traído a tu novia? — preguntó
Alexander separándose del estrecho abrazo en el que había terminado luego de
risas incontrolables. Gabriel el dedo índice y señaló al más joven.
— Es mi novia pero no siempre estamos pegados como
chicle — respondió Gabriel mirando la hamburguesa que se acercaba hacia ellos,
la coqueta mesera les sirvió la cena al tiempo que dejaba adrede a la vista su
par de enormes senos, ellos solamente le sonrieron y tuvieron de respuesta un
guiño y número telefónico.
— Ya veo, pensé que estaría ella ya que habíamos
quedado los tres — Dijo Alexander tomando en sus manos la grande y grasienta
hamburguesa para luego darle una gran mordida, Gabriel realizó el mismo acto.
Horas después ambos se encontraban en el
departamento de Alexander, Gabriel le había explicado a su sobrino que Anabelle
le había dado la noche libre ya que notó que necesitaba tiempo para estar con
su adorado sobrino, por lo que el más joven le propuso pasar la noche juntos
como en los viejos tiempos.
— justo como tu habitación, un lugar pulcro —
comentó Gabriel adentrándose al departamento mientras dejaba su chaqueta en el
perchero. Alexander cerró la puerta y se colocó delante de su tío.
— No has olvidado lo que pasamos, ¿no es así?, yo no
lo he hecho — declaró Alexander acorralando al gran hombre entre su cuerpo y la
puerta. Gabriel suspiró y rodeo de la cintura al de cabellera cobriza.
— Claro que no mi querido, siempre te he tenido
presente — acto seguido cubrió el rostro del más joven con besos, suaves y
castos besos que hicieron las piernas del joven flaquear. Gabriel lo cogió en
brazos y siguiendo las instrucciones de su sobrino terminaron en la habitación.
Días más tarde Anabelle miraba nuevamente el par de
zapatos desde afuera de la tienda, Alexander la había visto desde detrás de la
caja registradora, mas no quería acercarse, la culpa lo mataba, había retozado
con su prometido horas antes.
Anabelle se adentró a la tienda y caminó directo
hacia los zapatos, el jefe de la tienda la atendió y así Alexander pudo
esconderse tras el mostrador. Gabriel entró a la tienda, había quedado con su
querido sobrino de verse para comer, no se percató de la presencia de su
prometida en el local.
— Ya quiero ir a comer contigo, anoche termine
agotado, eres muy exigente, se nota lo joven que eres todavía — comentó Gabriel
mientras se acercaba hacia el mostrador, Alexander se sobresaltó al verlo, rogó
porque Anabelle no hubiese escuchado su voz pero fue inútil, la chica les
miraba con las manos en jarra y ceño fruncido.
— Pero amé como gritabas mi nombre y los dulces
gemidos provenientes de tu boca — agregó Gabriel tomando del rostro al menor,
el gran hombre pensó que el sobresalto del jovencito era debido a su causa.
Alexander se sonrojó y bajó la cabeza.
— Así que ese tipo de actividades eran las que
practicaban hace tiempo… ¡quien lo hubiese creído, que tú me engañarías con un
hombre, y además, tu sobrino! — Exclamó Anabelle furiosa haciendo que Gabriel
al fin se percatase de su presencia, Alexander se escondió tras el mostrador
mientras que el mayor se quedó sin palabras y con el rostro pálido.
— ¡Toma tus promesas de amor y sueños de eternidad
juntos, imbécil! — Anabelle lanzo el anillo al rostro de Gabriel, el cual de no
ser por sus gatunos reflejos hubiese quedado herido. Anabel soltó en llanto y
salió corriendo de la tienda como melodrama de telenovela, quien podría
culparla, después de todo había sido víctima de una infidelidad.
FIN
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