Era sábado cuando lo conocí, no
es que fuese un día especial, solamente que fue un día diferente, me quedé sola
en casa, mis padres habían ido de visita a casa de mi hermana, no me gustaba
salir así que me quedé en casa; Nos habíamos mudado hacía poco, una semana
quizás, las cosas aún estaban en cajas, no todas, pero si la gran mayoría. De
vivir en una colonia al poniente, ahora vivíamos en un fraccionamiento al
norte, que gran diferencia, las casas en vez de verse como en los pueblos:
albarradas de piedra, patios descuidados, gallinas en las entradas, niños
descalzos. Se veían de alta sociedad: jardines limpios, arbustos perfectamente
cortados, casas enormes con decoraciones en las puertas, incluso el olor había
cambiado, antes un olor agrio se colaba por mi ventana, ahora un olor dulzón la
inunda.
Ese día estaba sentada en el sofá
de la sala, miraba un programa sobre asesinatos y asesinos seriales, una
investigación acerca de la personalidad del asesino, estaban tan metida en la
televisión que no me di cuenta cuando un carro aparco delante de mi casa hasta
que escuché el timbre. Salté en el sofá y maldije en voz alta, luego me di
cuenta que estaba exagerando y no tenía nada que temer, en el norte no habían
asesinos ni nada por el estilo, eso solamente sucedía en Estados Unidos y
estaba en México, así que no debía preocuparme, que equivocada.
Aún con el corazón palpitando
velozmente por el susto, me dirigí a la puerta y abrí, ante mi apareció un
joven muy apuesto, alto, delgado, de largas piernas, cabellera peinada hacia
atrás de tono cobrizo y unos ojos azul tan claro que parecía gris. Me sonrió al
notar como me le había quedado mirando, seguro estaba acostumbrado porque no
sentí ninguna pena o vergüenza, al contrario, parecía gustarle que lo admirara.
̶
Eso fue irrespetuoso perdón ¿Quién eres y que quieres? ̶ Pregunté ya luego darme cuenta que había
pasado un tiempo considerable y que sentía que me apenaría en vez de él.
̶
Buenos días, me acabo de mudar enfrente soy Damián mucho gusto ¿tú
eres? ̶
Me Respondió mostrando una amplia y blanca sonrisa.
quedé hipnotizada por él en ese momento, había
visto cientos de hombres guapos, pero jamás como aquel joven, parecía sacado de
una revista de Calvin Klein o algo parecido, sus brazos parecían haber
soportado horas y horas de arduo trabajo de pesas, no era un hombre ponchado
pero si muy bien marcado.
̶
Janet mucho gusto, y también nos acabamos de mudar, hace una semana para
ser precisa ̶ Respondí con trabajo, parecía que mi lengua
no quería hacerme caso en esos momentos. Él tomó mi mano y la estrecho.
̶
Mucho gusto ¿vives sola? ̶ Me preguntó sin soltar mi mano, yo enfoqué mi
mirada en la mano de Damián, parecía que jamás hubiese trabajado para ser un
hombre, se veía tersa, sentí la sensación de su palma, suave, entonces intuí
que era un niño rico nato, negué con la cabeza a su pregunta.
̶
Vivo con mis padres, pero salieron
̶ Respondí mirándole de nuevo, el pareció meditar algo, su mejilla se
levantó al escuchar mi respuesta. Entonces me sentí extraña, como que una parte
de mi sabía que no debí de dar tanta información a un desconocido, con esa
sensación que comenzó en la boca del estómago aparté mi mano del agarre.
̶
Espero tengas una buena vida en esta calle, se ve tranquila, me tengo
que ir. Ya nos veremos algún día ̶ Le dije sonriente para luego cerrar la puerta
en su cara, el mostró un rostro sorprendido para luego volver al taimado con el
que me había saludado. Me alejé de la
puerta de inmediato luego de ponerle la alarma y volví a la sala, seguían
pasando el programa sobre asesinos seriales, me di cuenta luego de unos minutos
que no le había preguntado al vecino el motivo de haber tocado mi puerta
estando su casa al frente. Algo incomoda y aún sobresaltada seguí viendo la
televisión pero opté por cambiarle a un programa menos oscuro y siniestro,
estaba a punto de cambiarle cuando un diálogo dicho por un testigo me hizo
ponerme la piel de gallina. “Nunca lo hubiese esperado de él, era un buen
hombre, guapo, casi perfecto”. Entonces decidí mejor apagar ignorando que
posiblemente la sensación de la sonrisa del nuevo vecino había sido una
advertencia de mi cerebro.
Pasaron varios meses y no volví a
tenerlo en la puerta, les conté lo sucedido a mis padres y me prohibieron abrir
de nuevo cuando ellos estuviesen ausentes y eso hacía a menos que invitara a
alguien a casa, que no era seguido por la lejanía de mis amistades; un día
invité a mi mejor amiga, Agatha, estábamos en la sala de juegos cuando de
repente ella dejó de jugar y me dijo algo que me extrañó.
̶
El chavo de enfrente esta guapísimo y parece que le gustas ̶ Me dijo
codeándome las costillas, luego de empujarla un poco por el dolor me quedé en
silencio, estaba algo asustada ahora, el desconocido estaba interesado en mí,
luego de mi primera advertencia decidí hacerle caso a mi sexto sentido y éste
me decía que no me acercara de nuevo a ese hombre.
̶
¿Ah sí? Que bien ¿y porque parece?
̶ le pregunté a mi amiga mientras
buscaba en que momento aquel chavo me había observado ese día. Entonces di con
el momento. Cuando salí a recibir a Agatha, él estaba en su patio de enfrente
sentado con un libro en mano pero no miraba el libro, me miraba a mí, pude
sentir sus ojos escudriñándome, pero hice caso omiso, igual y estaba exagerando
así que no le comenté nada en ese momento a mi amiga, pero parecía que ella
igual había notado la mirada.
Después de esa segunda advertencia la
cual no comenté a mis padres decidí no volver a invitar a nadie y mucho menos
salir, bueno, solamente iba al colegio que era inevitable que él me viera. Pero
parecía saber mis horarios de salida, siempre lo encontraba mirándome cuando
salía temprano de casa y también cuando regresaba a casa, podía manejar así que
ir a mi escuela era por mi cuenta mientras mis padres se iban a sus respectivos
trabajos, un bufete de abogados mi padre y una tienda departamental mi madre,
era la gerente.
Un día estuve necia de ir a una fiesta
que Agatha me había invitado pero mis padres no querían que saliera tan noche
así que no me dejaron ir, fingí que les hice caso pero cuando se durmieron con
tarjetas de crédito en mano y mi celular me escapé de casa. Fatal error.
Damián me esperaba en su auto delante de
mi casa, al verme sonrió y extendió su mano hacía mí.
̶
¿quieres que te lleve? ̶ me
preguntó tranquilo mientras se apoyaba en mi automóvil, el suyo estaba
estacionado en su propia casa. Le miré molesta.
̶
Quítate de mi auto, no gracias, sé manejar ̶ dije caminando al asiento del conductor
ignorándolo. Él suspiró, lo último que sentí fue un olor y lo vi a él
levantando una ceja, después de eso caí en un sueño profundo.
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