11 oct 2011

Por unas vacaciones



Un año de pareja, a pesar de las críticas de sus compañeros y el constante rechazo familiar,  Maxwell y Anderson habían logrado saltar esos enormes muros y seguir su relación sin que el amor entre ellos disminuyese, al contrario, entre más trabas y obstáculos debían vencer, éste aumentaba.
— De nuevo, por poco no me dejan venir, mi hermano es detestable, no pasa ningún momento en el que me diga palabras hirientes — Se quejó Maxwell apoyándose en el respaldo del sofá, se encontraba en la sala en casa de Anderson, el cual al ser hijo único y con padres constantemente ocupados, se la pasaba la mayor parte del mes solo, y ese era uno de esos días.
— Olvídalo, ya estás aquí y tendremos la casa para los dos, además es fin de semana y ya hicimos los deberes — Lo consoló Anderson pasando su brazo por el cuello de este para seguidamente jalarlo hacia sí; Maxwell adoraba como los gestos románticos de su novio, le hacían sentirse en la séptima nube luego de un día tormentoso.
— Es lo bueno de ser estudiantes de preparatoria privada, no dejan mucha tarea y si dejan, es demasiado sencilla para nosotros — comentó Maxwell apoyando su cabeza en el hombro de su novio, éste bajo el brazo del hombro a la espalda de Maxwell, el cual se sobresaltó más no se separó.
— Oh, estás muy seguro de tu inteligencia, señor presidente del consejo estudiantil — lo burló Anderson enfatizando la última línea un tono de voz grave. Maxwell lo empujó y se separó de él falsamente ofendido.
Tanto Maxwell como Anderson pertenecían al consejo de estudiantes, el primero como presidente y el segundo como tesorero por lo que era común verlos siempre  juntos y al ser una pareja conocida, debían ocultarse de los ojos chismosos asiduamente. El primer chico tenía la apariencia de un cerebrito cualquiera — Cabellera negra corta, ojos azules escondidos tras lentes, piel morena clara y cuerpo delgado —, mientras que el segundo con apariencia de gigoló — Alto con el cabello teñido de rubio cenizo cortado irregularmente, ojos miel, cuerpo atlético —, le fue más complicado conseguir sitio en el prestigiado consejo de estudiantes.
— Adoras molestarme, como cuando éramos pequeños, te decía que alejaras los capullos de mariposa que tanto adorabas coleccionar de mí, pero en vez de hacerlo, cada que podías los escondías en mi pupitre — se quejó Maxwell levantándose del sofá y tomando asiento en el individual. Anderson suspiró pesadamente, su querido novio a veces era extremadamente sensible, desde su asiento extendió una mano hacia él.
— Perdona Max, ven acá, estás muy lejos — se disculpó el rubio mostrándole una sonrisa seductora en sus labios, la cual siempre daba resultados y lo sabía; Maxwell se acercó a él hipnotizado por dicha sonrisa, se sentó entre sus piernas en el sofá.
— Sólo estaba haciendo un pequeño berrinche, siento ser tan infantil — Dijo Maxwell  bajando la cabeza al tiempo que dejaba al descubierto su morena nuca, la cual enseguida fue besada por Anderson.
— No eres infantil, eres extremadamente lindo — le susurró Anderson al cuello, Maxwell sintió su piel erizarse al sentir el cálido aliento de su novio, sus mejillas se tiñeron de carmesí, tenía idea de que harían a continuación.
Como si estuviese planeado al poco tiempo Maxwell fue arrastrado a la habitación de Anderson, de las veces que se veían a la semana, no faltaba día que se abrazaran a menos que la familia de Anderson estuviese en casa, y si dicha cosa sucedía, no pasaban más allá de los besos.
Al día siguiente habían quedado de ir al cine pero sus planes fueron mermados, Maxwell se sentía agotado, Anderson como siempre había ignorado al presidente y habían hecho el amor más de una vez, y ahora las caderas de Maxwell se sentían pesadas.
— ¡Te lo dije!, ¡No puedo tantas veces! — reclamó Maxwell desde la cama apoyando en su codo, Anderson se encontraba en el baño lavándose los dientes. El pelinegro se colocó boca abajo y cerró los ojos, sus planes se habían ido por la borda, a pesar de haberle reclamado a su novio, se sentía completamente satisfecho.
— No pude evitarlo, te veías tan condenadamente sexy, todavía recuerdo… — comenzó Anderson pero fue callado por un almohadazo en el rostro. — Vale, no diré nada — Dijo tomando la almohada del suelo para luego lanzarla de vuelta, ésta fue  esquivada. A continuación la habitación se inundó de carcajadas, era lo bueno de que aún fuera amigos, podían tener una charla incomoda pero enseguida la incomodidad desaparecía y se volvía fraternidad.
— Y pensar que si no me hubiese lanzado a ti, ahora no estaríamos con esta charla matutina — comentó Maxwell cubriéndose con la sábana, planeaba quedarse en cama toda la mañana. Anderson se acercó a la cama se sentó en la orilla.
— Tienes razón, el presi salió picarón — Dijo Anderson palpando la espalda de su amante, le hacía mucha gracia verlo cubierto de pies a cabeza, le recordaba a sus tiempo de niñez en los que Maxwell terminaba como oruga cada que veían una peli de terror. Maxwell se limitó a darle la espalda, Anderson sonrió y le abrazó por encima de las sábanas y así iniciaron uno de sus cuantos días desde que se juntaron.
Dos semanas más tarde Maxwell fue de visita a casa de su novio, ese día sus padres si se encontraban en casa por lo que debieron ir de inmediato al cuarto, con excusas de tareas inexistentes ambos chicos se retiraron de la sala.
— Regresaron temprano esta vez — comentó Maxwell encendiendo el televisor y tomando el control de X-box. Anderson tomó el otro control.
— Si, pero no pasa nada, ellos no sospechan nada, piensan que somos los amigos inseparables de infancia — Dijo Anderson colocando el disco del juego que tocaba ese día, tenían ya una lista determinada de juegos cada que los padres de Anderson no se ausentaban.
— Me alegra, desearía que los míos dejaran de mal pensar, pero cada vez es más difícil salir de casa y venir a verte, hoy por un pelo no me dejan, pero por gracia divina mi hermano llego en un estado inconveniente y optaron por dejarme venir — Replicó Maxwell aferrándose al control mientras miraba la pantalla en seriedad total, Anderson le palmeó el hombro e hizo que lo mirara.
— Tranquilo, ya hemos pasado por mucho, seguiremos juntos hasta que ya no quieras — le susurró al oído, Maxwell sonrió y abrazó a su novio dejando el control de la consola en el suelo, a los pocos minutos ambos chicos se estaban besando, por suerte, lograron separarse antes de que la madre de Anderson irrumpiera en el cuarto con un aperitivo.
— Por cierto, hay algo que no te he dicho — Dijo Maxwell sentado sobre sus piernas mientras cortaba una rebana del pastel que la madre de Anderson les había llevado momentos antes.
— ¿Qué es? — preguntó Anderson llevándose un bocado de dicho pastel a la boca, sonrió complacido, su madre siempre hacia excelentes pasteles.
— La siguiente semana, mi familia y yo iremos a visitar a mis abuelos en España y estaremos un tiempo ahí, por suerte entraremos en vacaciones este viernes, así que no te veré por un tiempo — Respondió Maxwell sonriente, se llevó un bocado de pastel y lo saboreó, sus ojos se iluminaron ante el sabor, los postres era su talón de Aquiles.
Después del aviso, Maxwell se fue de viaje con su familia y Anderson no supo de él salvo por los escasos comentarios y fotos que subía el pelinegro en su Facebook, al parecer su querido novio estaba demasiado ocupado para mandarle mensajes o al menos llamarle, no dispuesto a aceptar que se sentía solo optó por también aprovechar el mes solo para salir con sus amistades.
El tiempo pasó y Anderson dejó de recibir actualizaciones del muro de su novio, ahora parecía que la tierra se lo había tragado y arrastrado a algún inhóspito lugar de España, resignado siguió con su vida dejándole mensajes de vez en cuando a su novio al celular o en su muro. Días después mientras se encontraba en una reunión con sus amigos su celular sonó.
— ¿Diga? — Respondió a la llamada sin verificar quien le hablaba, se sorprendió al escuchar la voz de su novio del otro lado, unos minutos de charla y colgó, ahora se sentía más tranquilo, Maxwell le había hablado avisándole que regresaría al día siguiente.
Al día siguiente Anderson recibió con un abrazo repleto de emociones a  Maxwell, éste se sorprendió un poco pero no dijo nada, solamente lo abrazó de vuelta.
— Te extrañe — le susurró Anderson al oído, Maxwell enseguida se separó de  él y miró hacia todas direcciones, después de comprobar que no habían ojos chismosos rodeo del cuello a Anderson.
— Yo también — dicho este depositó un casto beso en los labios de su novio, éste lo recibió gustoso y antes de que dejasen a Anderson emocionarse la puerta sonó indicándoles que la madre de él estaba al otro lado con algún aperitivo. Después de que Maxwell llegara, apenas dejó las maletas en casa se dirigió a ver a Anderson.
Comieron los aperitivos, tomaron el refresco y platicaron como mejores amigos, durante ese rato Anderson notó algo distante a su novio, tomando valor le preguntó el motivo pero éste solamente le respondió con una evasiva, sabiendo que sacarle la real respuesta sería una odisea prefirió pasarlo por alto, después de todo seguían juntos a pesar del mes separados.
Las cosas siguieron como antes, salvo un nuevo comportamiento por parte de Maxwell, éste se pasaba un rato en la computadora, antes ni siquiera tocaba dicho aparato, y ahora pareciese como si su vida dependiese de él, Maxwell le dejaba usar su laptop ya que el chico no tenía una propia, la pediría en su próximo cumpleaños, pero para eso faltaban meses.
— ¿Qué  hay en el internet que te hace estar horas y horas? — preguntó Anderson un día que ambos se encontraban en una cita comiendo en un restaurante familiar.
— No es nada importante, solo charlo de vez en cuando con mis familiares en España, resultaron muy entretenidos — respondió Maxwell llamando a la mesera pidiendo la cuenta con un ademán de mano. Anderson notó un cambio de voz en la respuesta de su novio, sin contar que éste no le había mirado a los ojos cuando le respondió.
— Ya veo, me alegra que la hayas pasado bien — Dijo Anderson sacando el billete de su cartera, ese día le tocaba pagar, no le causaba inconveniente alguno pero notaba que últimamente su novio le dejaba todas las cuentas a él.
La conducta extraña por parte de Anderson continúo durante más de dos meses, Anderson ya había estado tejiendo ciertos motivos de su actitud pero dejó que su novio continuase así, temía perderlo por un arranque de celos sin fundamento. Cierto día después de que Maxwell se retirara a su casa, Anderson checó su computadora, su novio había dejado su cuenta de correo abierta, y en ésta había un mensaje no leído.

De: Carla quintana ( carlix_quin@hotmail.com)
Para: Maxwell Shiefeld ( maxim.90@hotmail.com)
Cielo, no te preocupes, dentro de unos meses iré a verte, las cosas han estado difíciles acá, ya sabes, el trabajo más la carrera, es todo un show!, en fin, te extraño un montón, ya quiero verte, me haces mucha falta, quiero que me beses y abraces de nuevo, te mando besos en donde tú quieras!, salúdame a la tía y el tío,  te amo.
Carla Quintana

Al terminar de leer el correo, se dio cuenta de que todo encajaba, ahora comprendía por qué ahora le resultaba más complicado no solo intimar con él, si no también ser cariñoso, se sintió estúpido por todo ese tiempo, Maxwell había hecho lo imposible para llegar a su corazón, y ahora que lo había logrado le cambiaba así de fácil. Dispuesto a no dejarse llevar por el primer impulso, se dispuso a investigar aún más, descubrió mensajes en el muro del Facebook que hubiese visto antes si no estuviese tan en contra de las redes sociales; con tan clara y evidente información cerró la laptop devastado, esa noche lloró hasta quedarse dormido, era la primera vez que lloraba por alguien.
al día siguiente cito a Maxwell en el parque en donde se habían emparejado, éste se presentó primero, Anderson sonrió al verlo ahí con las manos en los bolsillo y mirando a todos lados como niño perdido, suspiró, aunque Maxwell no le hubiese conquistado igual su corazón a la larga le hubiese pertenecido.
— Llegas temprano — saludó Anderson levantando la mano, Maxwell sonrió ampliamente al verlo y caminó a paso veloz hacia él para seguidamente abrazarlo. El rubio se dejó abrazar mas no le correspondió.
— ¿sucede algo? — preguntó Maxwell con tono preocupado separándose de Anderson, éste desvió la mirada y le indicó que se sentara en la banca cercana a ambos. Maxwell obedeció, a continuación Anderson sacó de su mochila unas hojas, las colocó en las manos del pelinegro.
— Ya sé de la existencia de Carla — Dijo Anderson fingiendo una sonrisa, tenía ganas de llorar y sus ojos se empañaron un poco, miró hacia otra dirección evitando que Maxwell se diese cuenta.
— Esto… ¡no es lo que parece!, admito que si estuve con ella, pero no es serio, ¡a ti es quien amo!— exclamó Maxwell tirando las hojas al suelo y tomando de los hombros a Anderson.
— No juegues, estoy harto de tus mentiras, siempre he hecho lo que tú has querido, eres demasiado egoísta — reclamó Anderson apartándose del agarre, se sentía como un chiquillo en esos momentos, a pesar de que sobrepasaba a Maxwell por centímetros.
— No es mentira, solo te amo a ti, lo sabes — Dijo entre sollozos Maxwell tratando de tomarle del brazo, Anderson le rehuyó y le miró fijamente.
— No más, deja de mentirte, ve y haz lo que quieras con tu vida y no vuelvas a la mía, adiós Maxwell, se feliz — dicho esto le dio la espalda y comenzó a caminar, Maxwell le trató de tomar del brazo para evitar que le dejara pero Anderson lo apartó sin miramientos. El tiempo pasó y Anderson y Maxwell dejaron de verse, si se encontraban en la academia, Anderson enseguida le ignoraba y tomaba la dirección contraria, Maxwell se había llevado su corazón y confianza, nunca lo perdonaría.

FIN.

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