23 may 2012

Hermanos +18

Advertencia: Recomendado para mayores de 18.






Hermanos




Siempre había sido el hijo preferido,  al ser el menor, tanto mis padres como mi único hermano me trataban cual piedra preciosa, me compraban lo que quería, hacían lo que decía, así crecí entre apapachos y lujos. Debido al trabajo de mis padres, mi hermano desde los tres años se encargó de mí, el vínculo que nos unía se volvió incluso más fuerte que en el que poseía con mis padres, para mí, aquel adolescente de ojos soñadores, pestañas largas, cabellera castaña, era lo único en mi existencia, y así debió ser hasta el día que conocí a su novia.
— Marcus, ella es Sarahi, mi novia
La miré de arriba hacia abajo, de un lado al otro, no veía nada especial en aquella mujer repleta en maquillaje y perfume, es más, parecía demasiado tosca para mi galante hermano.
— Mucho gusto
Tenía que ser educado, después de todo una mis mayores virtudes hasta la fecha, había sido mi caballerosidad aunque no quisiera hablar con las mujeres; de alguna manera desde que me percaté de su existencia como el “otro sexo” caí en cuenta que no me significaba nada y no me veía en un futuro con alguna de ellas.
Creí ingenuamente ese día que mi hermano no cambiaría; que equivocado estuve, el comenzó a dejarme de lado, pasaba día y noche con aquella pestilente mujer, escuchaba a escondidas lo que hacían cada que mis padres no estaban — que era muy seguido — y me mordía las uñas; odiaba que aquella mujer tuviera la oportunidad de ser abrazada por mi hermano, la aborrecía pero no podía hacer nada, después de todo, aún era un chiquillo de trece años.
Un año pasó y él siguió con la misma mujer, yo me volví más y más ermitaño, evitaba salir, socializar; no me interesaba nadie más que Esteban — mi hermano — si él no me hacía caso, el cariño de alguien más me era irrelevante. Tanto mi familia como el propio Esteban comenzaron a preocuparse de mi situación y trataron de encariñarme nuevamente, pero ya no servía de nada, sentía en los abrazos y dulces palabras de Esteban un simple compromiso, no el anterior cariño puro y honesto que me había profesado.
— Marcus, ¿Qué sucede contigo? ¿Me odias?
Miré por la ventana de la sala, nadie caminaba las calles a esa hora, mis padres se encontraban cenando y la novia de Esteban había salido con su familia por lo que mi hermano y yo estábamos solos en la casa.
— Nada hermano, ¿odiarte?, al contrario, te quiero mucho.
Seguí mirando hacia la calle, mis palabras sonaron vacías y sin emoción, al parecer él lo notó puesto que de un momento a otro lo tenía abrazándome, rodeándome de la cintura.
— No me gusta que estés así, quiero que seas feliz, el ceño fruncido arruina tu lindura.
— Deberías decirle esas palabras a tu novia, no soy una chica.
Me apretó más hacia su cuerpo, sentí algo duro rozándome el abdomen, no podía mirarlo, las palabras que había dicho me habían hecho sonrojar pero debía ocultarlo, después de todo Esteban tenia novia, y yo era un chico.
— No eres una chica lo sé, perdona si te ofendí.
— Hermano…
Mi voz salió entre cortada, mis neuronas habían hecho conexión y ahora sabia lo duro que rozaba mi abdomen, era la erección de Esteban debajo de sus pantalones.
Esteban me separó de su cuerpo, me obligó a míralo y en cuanto lo encaré, sus labios se juntaron con los míos, he de admitir que aquello me sorprendió pero no lo rechacé, había estado deseoso de eso desde hacía un año y ahora que lo podía obtener no debía desperdiciarlo.
Sus manos subieron nerviosamente por mi espalda debajo de la camiseta, le rodee del cuello y me coloque de puntillas, era un tanto más bajo que él así que debía hacerlo para alcanzarle. Besó mis labios y mejillas, recorrió con su lengua mi labio superior, empujó firmemente haciendo que abriese la boca, nuestras lenguas se encontraron, danzaron dentro de nuestras húmedas cavidades; en algún momento del beso me hallé sentado en el sofá con el encima, sentado sobre mí, cuando terminamos de besarnos y juguetear con nuestras lenguas, se separó y me miró fijamente.
— Perdóname mi querido Marcus, sé que no debo hacer esto, pero eres tan lindo…
Le acaricié la mejilla y junte nuevamente nuestras bocas, no tenía sentido pensar en lo que pasaría después, a mí me importaba poco, lo único que quería era que Esteban me hiciese emitir sonidos como a su novia la noche anterior.
Entre risillas corrimos a su cuarto, él cerró con llave y me empujó hacia la cama, me despojó de mis ropas y  dejó expuesto, le miraba sonrojado y nervioso, quería hacer todo lo que él hacía con su novia, pero eso no evitaba que sería esa la primera vez y me sintiese inseguro, después de todo era un chico y mi cuerpo no era suave como el de una mujer.
— No te preocupes Marcus, eres hermoso, a pesar de tu edad aun no estás del todo desarrollado…solamente un sitio.
Me observó durante un rato que se me hizo eterno, quería esconderme bajo las sábanas, evitar que su mirada quemara mi piel, pero antes de poder intentarlo deslizo su mano por mi entrepierna, acarició lentamente, me mordí los labios; Él sonrío y subió su caricia hasta mi sexo, lo tomó en sus manos y acarició con delicadeza, pasando la yema de sus dedos como si éste quemara. Me removí en la cama, aquella era una sensación extraña pero agradable, traté de quitar su mano de mi entrepierna pero él lo evitó besándome de nuevo.
Sus manos recorrieron mi cuerpo a su totalidad, no hubo rincón sin tocar; su lengua jugueteó con mis pezones, sentí un cosquilleo en mi abdomen apenas su lengua lo tocó. Jugó un rato  más con mi desnudez mientras mi pene se alzaba imponente y se deslizaba el líquido pre eyaculatorio, yo mantuve los ojos cerrados, sentía una enorme vergüenza pero el placer que mi hermano me proporcionaba me evitaba salir corriendo, había obtenido lo que quería.
Aquella no fue la primera vez, luego de esa siguieron muchas más, durante cuatro meses cada fin de semana que los padres comúnmente salían, él y yo “jugábamos” de aquella manera, no hubo lugar en la casa en donde no hubiésemos sentido nuestros cuerpos desnudos uno contra el otro.
Pero no todo fue miel sobre hojuelas, él siguió con aquella mujer, después de saciar sus necesidades venía a mí con el olor de perfume femenino impregnado en su cuerpo, odiaba ese olor, pero las manos expertas recorriéndome nublaban ese pensamiento. Un domingo que mis padres no salieron, él llego a casa con su novia de la mano.
— Llevan mucho tiempo juntos, ¿es que planean casarse luego de que se gradúen?
El me miró unos breves segundos y luego volvió a prestarle atención a la fémina.
— No es para tanto madre, no sabemos qué pasará de aquí a dos años.
— Tiene razón Esteban, gracias por su aprecio señora, cuando llegue el momento veremos.
Sentí la indecisión en las palabras de mi hermano, al parecer el amor que había sentido en un principio hacia ella, ahora se esfumaba; eso me hacía sentir dichoso, por fin lograba el cariño que tanto había esperado de Esteban.
Esa misma noche dormí  en su habitación, a pesar de que mis padres se encontraban en casa, nuestra necesidad de estar juntos pudo más, que increíble error cometimos, fue tanta la desesperación de sentirnos que evitamos colocarle el pestillo a la puerta, el resultado de tal descuido fue evidente: mis padres nos vieron.
— ¡Dios santo!, ¿¡qué hacen?!
— Nunca imaginé algo así de ti Esteban, ¡te has aprovechado de tu hermanito!
Esteban se separó de mi cuerpo, me cubrió con la sábana y se colocó los calzoncillos.
— No hacemos nada malo madre, nos amamos.
Aquellas palabras taladraron mi cabeza, durante ese tiempo había creído que mi relación con Esteban era normal, pero no, ante la sociedad era abominable, una herejía ya que ambos éramos hombres y peor aún, hermanos.
— ¡Largo de esta casa!
Los gritos y golpes no se hicieron esperar, mi padre tomó a Esteban del cabello y lo arrastró fuera del cuarto; en cuanto a mí, mi madre me rodeó en sus brazos protectora, como si la culpa de lo ocurrido fuese solo de mi hermano.
— ¡El no hizo nada!, fui yo quien lo obligó,  ¡no lo lastimen!
— ¿Qué dices hijo mío?, tú no eres más que un niño, no sabías que hacías, él te engatusó para violarte.
— ¡No me violó madre!, ¡yo quise hacerlo!
Escuché los gritos y llantos de mi hermano, el sonido del cinturón con la piel, fueron los minutos más espeluznantes de mi existencia, quería salir de ahí, tomar a Esteban y huir juntos ¿hacia dónde? no me importaba mientras estuviese lejos de aquellos que no querían aceptarnos.

Diez años después me encuentro en la sala de Esteban, él se mudó de casa y me dejó de lado. Nunca he podido olvidarlo; recientemente me enteré de que la familia feliz que trató de formar, no duró mucho.  Ese es el motivo de mi visita.
— ¡Me alegra que vinieras!, hace mucho que no sabía de ti.
— Lo mismo digo, apenas te mudaste desapareciste del mapa, como queriendo huir de algo.
— No sé de qué hablas Marcus….
Me carcajee ante  la ignorancia fingida de Esteban, él podría haber olvidado lo ocurrido años atrás, pero yo no, había sido marcado.
— Tampoco me engañas con que estás casado, oí de mamá que te divorciaste un año después del matrimonio y  tus hijos se quedaron a cargo de tu ex esposa.
El me miró sorprendido, miraba hacia todas direcciones nervioso, una mueca extraña se dibujó en sus labios.
— ¿Qué quieres?
— ¿No es obvio? te quiero a ti, por eso he venido.
— Somos hermanos, además hombres.
— Eso no tiene importancia, hace mucho tiempo que se aceptó la homosexualidad en el país, además de que precisamente porque eres hombre, la relación de sangre es irrelevante.
Le sonreí y lo abracé, él saltó ante el gesto más no se alejó, me tomó del rostro y depositó un casto beso, igual al primero que nos dimos cuando él tenía dieciséis y yo trece.


Ben Q



BEN Q



Vivo rodeado de blanco y verde, esos dos colores principalmente, existen más, pero ellos cambian esporádicamente. Nunca me he sentido solitario, siempre he estado en compañía de alguien, aunque no se le consideren personas, desde mi mundo son seres vivientes como los humanos que día a día pasan encima de mi…siempre me he preguntado porque no emito queja alguna, caminan sobre mi cuerpo, pisándome sin miramientos, los zapatos planos no me causan tanto daño como los tacones, esos desgraciados que deberían de extinguirse, siempre aguijoneándome.



En fin, tampoco es creíble que alguien como yo posea emociones, pero si existen dentro de mí, ¿en qué lugar?, realmente no lo sé. Me percate de dichas emociones la semana pasada: ese día los humanos trajeron un sofisticado aparato que nunca había visto, al parecer masculino; dicho desconocido entró con la cabeza en alto y una mirada a mi parecer arrogante, al principio me parecía totalmente antipático, un niño rico, pero conforme pasó el tiempo y transcurrió la película que él proyectaba, noté su semblante triste, fue entonces que caí rendido, me había enamorado de “Ben Q”.

Así descubrí el sentimiento que los humanos llaman amor, hasta la fecha no he vuelto ver a Ben Q, siempre espero ansioso que algún humano lo cargue en sus brazos, pero nada. Así ha pasado el tiempo, mi sentimiento de amor hacia aquel aparato ha ido creciendo pero soy incapaz de ir en su búsqueda, moverme es imposible; me limito a observar desde mi posición, todo se ve gigante y lejano desde aquí abajo.

Hoy un canto glorioso inunda mis oídos, es Ben Q que fue solicitado nuevamente, verlo alegre mientras proyecta la película me hace sentir dichoso, es entonces cuando olvido mi situación y posición; el hecho de que nunca poder irme de aquí a menos que me reemplacen por alguien nuevo, Ben Q, el proyector, es sin duda el aliento juvenil que le hacía falta a mi senil existencia.

19 may 2012

Random...





En la tranquilidad de mi baño, mientras mantengo los ojos cerrados y dejo deslizar el agua por mi cuerpo lavando las impurezas, llegan imágenes a mi mente, tan vividas como antes; olores, sensaciones, sabores, pero sobretodo emociones. Los recuerdos me abruman, dejan una niebla espesa en mi mente, cierro el grifo y tomo la toalla; con el cuerpo húmedo me deslizo dentro de la cama, la sábana cubriéndome los glúteos, el computador al alcance de mis dedos; abro una página en blanco y comienzo a escribir….

Era en eso entonces una niña, una neófita sobre la vida, el amor, el sexo.  Uno de mis tíos que se había criado en una ciudad alejada por muchos kilómetros de mi casa, llegaba todos los días, era su sobrina preferida; siempre me tomaba del rostro, acariciaba mis mejillas, enredaba sus brazos en mi cintura y me colocaba encima de sus piernas. Era una rutina que no podía faltar, al principio me parecía un tanto empalagosa, pero luego me fui acostumbrando a la calidez de sus muslos, a sus brazos oscuros rodeándome la cintura y su aliento cálido acariciando mi mejilla. Era siempre así  hasta que sentí algo inusual en aquel confortable asiento, su mano ahora se posaba sobre mi rodilla, no me incomodaba, al contrario, mi rodilla se sentía caliente, viva; su mano paseo por mi muslo, de arriba abajo, de abajo a arriba, primero por encima de mi falda, luego poco a poco fue escabulléndose hasta tocar mi piel, aquello me estaba comenzando a incomodar, pero era demasiado reconfortante estar así en sus piernas; uno de sus dedos dibujo un circulo en mis pantaletas, sentí un cosquilleo, el me miro sonriente y prosiguió con sus caricias, un segundo dedo se unió al primero moviéndose en compás de un música silenciosa, estaba disfrutando esa sensación, las cosquillas recorrieron mi cuerpo, subiendo por mi entrepierna, pasando por mi estómago; no duro mucho después no volvió a hacerlo y regreso a su tierra natal, en donde no volvería a sentirlo.

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